Sprache, la perra que explica a Ludwig Wittgenstein

«Los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo»

«Perros, gatos y demás animales no humanos. Sé que sois muchos los que os habéis sentido ofendidos por algunas de las afirmaciones de Wittgenstein, pero podéis estar tranquilos: Ludwig, en el fondo, está de nuestro lado.

Es cierto que en sus Investigaciones filosóficas afirma que carecemos de autoconciencia, expectativas y esperanza[1]. Argumenta que no se puede inferir la primera de nuestro comportamiento, y que somos incapaces de pensar en el mañana pues –y vaya con el ejemplo– podemos saber si nuestro dueño nos quiere pegar ahora, pero desconocemos su intención de hacerlo mañana. También dice que no podemos simular conductas de manera innata, es decir, que en un contexto concreto, somos incapaces de fingir en beneficio propio. En palabras textuales de Ludwig: “Un perro no puede ser hipócrita, pero tampoco puede ser sincero”[2]. Su conclusión es que los animales no humanos –a los que él nos califica como inferiores–, no tenemos tales atributos por carecer de lenguaje.

Soy consciente de que estas palabras encierran una enorme polémica; pero quisiera posicionarme con rotundidad: Wittgenstein tiene razón, ya que nosotros, aunque pensemos, no hablamos[3]. Ahora bien, en lo que Ludwig se equivoca es en negarnos una conciencia intelectiva. Los animales no humanos pensamos y razonamos en función de nuestras propias capacidades y necesidades; tenemos capacidad deductiva y memoria; personalidad y sintiencia. En definitiva: somos individuos concretos que merecen respeto e igualdad.

            Ahora, a vosotros, seres humanos, quiero aclararos un par de cosas más. Tiene razón vuestro colega Wittgenstein cuando afirma que no somos ni hipócritas, ni sinceros: simplemente somos íntegros. No necesitamos plantearnos la verdad de las cosas en vuestros términos, porque nuestra verdad es otra. Y, en relación con esta nuestra forma de hacer, os voy a confesar algo: nosotros también tenemos lenguaje. No solo esa forma articulada a la que os referís como primitiva –sonidos guturales y demás–; sino también uno corporal conformado por gestos, posturas y señales, que edifican un idioma propio. Ese que vosotros no entendéis, quizás porque está más allá de las palabras. Así que, si no hacéis un esfuerzo comprensivo, es posible que os quedéis atrapados en la máxima de Wittgestein: “Los límites de vuestro lenguaje, son los límites de vuestro mundo”.

Al resto de los animales recordaros que, en el fondo, Ludwig está de nuestro lado.


[1] Entrada 357, 650, y Parte II respectivamente, de Investigaciones filosóficas.

[2] Entrada 250 y Parte II respectivamente.

[3] Entrada 25.

Deja una respuesta

Your email address will not be published.