Transformar el mundo literalmente

David Byrne (1952) nació en Escocia pero se nacionalizó estadounidense. Es cantante, compositor, intérprete, cineasta, actor y “ecléctico” bailarín. Irónico, experimentador, crítico, creativo, trabajador e incorregible, no deja de moverse dentro y fuera del escenario. David Byrne cree que la música es efímera e intangible, pero con una capacidad de alterar nuestra percepción y transformar el mundo ilimitadamente. Ha lanzado ocho discos de estudio con Talking Heads, ocho en solitario, seis bandas sonoras para cine y teatro, y cinco álbumes en colaboración con artistas como Brian Eno, Robert Wilson, St. Vincent y Fatboy Slim. Byrne es el genio que guarda en su lámpara al humano David, el multidisplinar artista cuya curiosidad atraviesa la cultura, el que piensa que el arte es una herramienta indispensable para entender e incidir en la realidad. Pero además, David Byrne parece tener un perro metido en su cabeza.

En Dog´s Mind (2018), un perro narra acríticamente y con frialdad cómo termina el juicio a un Presidente. Desde su mirada inocente y desprejuiciada sobre los aspectos del ser humano, se construye una ácida, punzante y desgarradora metáfora sobre la alienación social y la realidad política del mundo contemporáneo. El cánido, inmerso en su paraíso existencial, no tiene preocupaciones. «Un perro no puede imaginar lo que es conducir un coche; y nosotros a su vez estamos limitados por lo que somos», canta Byrne con su voz duplicada por un vocoder, para que nos planteemos decenas de preguntas: ¿de qué manera estamos viviendo?, ¿qué importancia real tiene lo que nos “preocupa”?, ¿es el ser humano superior al resto de los animales? Entonces responde el perro desde ese paraíso donde simplemente experimenta; donde la felicidad deja de ser un constructo para convertirse en la vitalidad de estar siendo en todo momento; donde basta seguir “soñando” y “bailando”
Tal vez no haya un perro en la mente de David Byrne. Quizás el propio Byrne sea ese perro; o puede que ser cánido solo sea un deseo del humano David atrapado en la lámpara del mundo. Lo que sí sabemos es que esta canción –como toda la música– es efímera e intangible, pero tiene la capacidad de alterar nuestra percepción y transformar el mundo ilimitadamente.
