Retornar a la infancia
¿Es un pájaro? ¿Es un avión?… Provistos de una toalla agarrada al cuello con un lazo improvisado, millones de niñas y niños durante los últimos ochenta y siete años se han encaramado en lo alto de un taburete, muro o desnivel que produjese una leve sensación de vértigo controlable para, puño en alto, saltar al vacío y fingir que volaban. Y es que, aunque cada uno tenga su superhéroe favorito, el primero (con permiso de The Phantom) y más conocido es y será Superman.

Este 2025, el icónico personaje creado por el dibujante Joe Shuster (1914-1992) y el guionista Jerry Siegel (1914-1996) ha vuelto a volar por las pantallas de cine y plataformas de streaming de la mano del director James Gunn (1966). Una Lois Lane empoderada, una “Pandilla de la Justicia” que duda de su propio nombre y un Lex Luthor jugando con agujeros negros son los ingredientes del nuevo metraje. También la presentación de un superhéroe debilitado que, aunque seguro en sus convicciones, es falible en sus objetivos. Porque este Superman está humanizado; y como todos los humanos, necesita a alguien a su lado que lo ayude.

Terrible, travieso, destructivo. Con una oreja caída y la otra levantada, huidizo, lleno de imperfecciones, carisma y caos. Así define Gunn a Ozu, su amigo canino, y así presenta en pantalla a Krypto, el perro que desde 1955 acompaña a Superman. Que el super perro se comporte como un ser incorregible e indomable, puede ser fruto del aislamiento que sufrió en el espacio -como Laika- cuando la cápsula en la que viajaba se quedó a la deriva. Que Ozu sea así, es resultado de haber crecido junto a otros 60 perros en condiciones infrahumanas, antes de ser rescatado por el director. Que Krypto supere el clásico cliché del “mejor amigo del hombre” (en este caso Superhombre) para salvarle la vida y ayudarle en la consecución de sus objetivos, no extraña a nadie que comparta su vida con perros. Que Ozu haya inspirado todo un guión de Hollywood, tampoco. Que pese a su carácter, su brusquedad (los movimientos de Ozu fueron trasladados mediante 3D para dar vida a Krypto) y su testarudez, habrá pocos espectadores que no sonrían al ver a este/os can/es en acción, es casi un hecho.
Afirma el filósofo argentino Walter Kohan (1961) que la infancia es una forma de conciencia que puede mantenerse a lo largo de la vida. No se trata de vivir con “Síndrome de Peter Pan”, sino de experimentar la libertad, curiosidad y apertura a lo desconocido que nos lleva a habitar el mundo con asombro y gozo. Cuando uno acaba de ver este Superman, le invade la necesidad de colocarse una toalla anudada al cuello y subirse, puño en alto, a un taburete, muro o desnivel y fingir que vuela. Es la sensación de retornar a la infancia. Algo así debió inspirarle Ozu al niño que había dentro del director, porque seguro que él también siempre quiso haber sido SuperGunn.
¿Es un pájaro? ¿Es un avión? No, es un super perro. Como todos.


