Un perro pastor neozelandés corrugado

… ¿Cuidando a una oveja descarriada?

Desde 1998, en Tirau -una pequeña aldea de la isla norte de Nueva Zelanda- hay un rebaño con una oveja de menos. Postrada junto a la carretera con una pícara expresión, uno diría que no parece perdida o abandonada. Tampoco despistada o descarriada; sino más bien aparenta ser un animal que, habiéndose salido del rebaño, ha encontrado su lugar en el mundo: ser la mecenas de la artesanía.

O tal vez no sea así. Quizás esa media sonrisa traviesa esconda la seguridad de saberse arropada por otro animal que la acompaña, la mima desde su silencio elocuente y comparte su vida con ella. Un perro que sabe pastorear pero que en 1998 también abandonó su lugar en las praderas, para convertirse en referente, consultor e informador de todas las personas que visitan el pueblo.

Pero también puede ser de otra manera. Puede que esa sonrisa ovina esté dedicada a un ejemplar de carnero que, desde el 2016, intenta cortejarla sin ningún tipo de resultado a tenor de su contrariada expresión. Cualquiera de las tres opciones, todas o ninguna pueden ser ya que, como escribió Pablo Picasso (1881-1973), «Todo lo que podamos imaginar es real».

Ahora bien, si quisiésemos saber cómo un perro se convierte en punto de información, una oveja en una tienda de lana y artesanía y un carnero en un homenaje a la historia y cultura locales; tal vez bastaría hablar con Steven Clothier, arquitecto neozelandés, diseñador y ejecutor de estos tres edificios zoomórficos. Quizás él nos diría que su intención era rendir culto a la tradición ganadera local; o poner en el centro del mundo a la industria del hierro corrugado con la que ha compuesto estas arquitecturas; o simplemente contribuir al turismo rural creando estructuras lúdicas y funcionales. Tal vez él nos diría que cualquiera de las tres opciones, todas o ninguna, son correctas; pero lo cierto es que en Tirau -esa pequeña aldea neozelandesa- hay una oveja sonriente, un carnero contrariado y un perro pastor que comparten vida al borde de una carretera. Y ninguno de los tres parece estar perdido, abandonado, despistado y mucho menos descarriado.

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