El presente de estar presente
Mientras Diciembre, con su frío devenir, trata de agarrarse al calendario mostrándonos humilde su entereza; nosotros, los humanos, aceleramos nuestros ritmos desafiando su ontología temporal. Y es que -como cada año- las prisas por cumplir con las tradiciones sacras y profanas asociadas a la diversamente estimada Navidad, nos mueven a una imparable acción, muchas veces desprovista de consciencia. A las cenas junto a otros trabajadores que ni te han hablado en todo el año, amigos invisibles que se multiplican y los empujones por hacernos con los productos que “debemos” regalar; se unen las discusiones por «este año toca en casa de mis padres», el consuelo de tener salud cuando no toca ni la devolución de la lotería, y la viril competencia de ver quién tiene el árbol más grande. Formamos filas en mercados, bodegas y grandes superficies -como cada año- para proveernos de accesorios decorativos que vistan nuestras casas, alimentos con los que llenar las lucunianas mesas, y ropa y complementos que avalen (reflejando) el sentimiento comunitario de bienestar. Porque, además -como cada año- nos obligamos a imbuirnos de una sensación irreal de alegría amortajada entre palabras como paz, amor o solidaridad. Los mismos vocablos que nos empujan moralmente a llevarle un café caliente al sin techo a quién le solemos rehuir la mirada, a limpiar la conciencia donando a personas, animales y demás seres excluidos, y a visitar a ese familiar que ha pasado -como cada año- 364 días en soledad. En Diciembre, parece que solo hacemos y nos olvidamos de disfrutar el momento. Parece que no estamos presentes.
El término “presente” no solo sirve para designar ese acto de la presencia misma; sino que también es la frontera entre el pasado y el futuro, así como hacer conocer algo o a alguien a una persona. Ese estar física y mentalmente aquí y ahora puede ser la llave que abra el cerrojo de la caja que custodia nuestros deseos, ayudándonos a tomar nuevas decisiones ante las situaciones que -como cada año- se nos vuelven a presentar. Plantar un árbol en vez de talarlo, hacer de la soledad una condición elegida y de la solidaridad una cuestión de principios, pueden ser algunas de ellas. Cambiar cenas de empresa por un potaje de lentejas con quien amas, cientos de amigos incorpóreos por aquellos cuatro o cinco que lo son de verdad, o el “deber” de regalar por el placer de hacerlo, pueden ser otras.
Y a propósito de cenas, amigos y regalos; si cuando sentados -como cada año- frente al opulento ágape descubrís que echáis en falta al perro mendigando bajo la mesa un bocado o a la gata tratando de arrancar alguno de los adornos festivos, tal vez signifique que no estáis presentes. Llevarlos con vosotros a casa de sus padres o a la de los tuyos, pero permanecer a su lado, sería un verdadero regalo para ellos. Porque “presente” también es sinónimo de regalo. Y no hay mayor presente que estar presente junto a los cuadrúpedos con los que compartimos vida.
Desde Cat&Dog Tank deseamos que, entre todas las personas, seamos capaces de devolverle a Diciembre su ontológica temporalidad sintiendo cada instante como el presente que es. Tal vez así el próximo año no será como cada año. Felices fiestas.


