“Hypotheses non fingo[1]”
Estoy indignada. O lo estaba. Isaac, el humano que nos alimenta y que tanto nos aprecia, va contando una historia medio cierta. Dice que esa teoría suya de la gravedad se le ocurrió estando en el jardín, bajo el manzano, al ver caer uno de sus frutos al suelo; y eso no es así.
Mi querida madre –el ser más sabio que he conocido–, me enseñó que, para evitar la fama de asociales que tenemos los felinos, había que “caer bien”, ayudar a los demás cuando están en un apuro y enseñar a quien no sabe. Por eso, al ver el alboroto de ideas sin solución que Isaac amontonaba en los papeles de su despacho (y creo que también en su cabeza), quise poner en práctica las enseñanzas de mi progenitora. Al principio, me limité a subir a su mesa desplazando los objetos hasta hacerlos caer. Paciente, Isaac se limitaba a reír, haciéndome sentir como si fuese una recién destetada. Viendo que no entendía lo que quería mostrarle –es decir, que existe una fuerza que atrae todo hacia el suelo–, trepé por las estanterías derribando libros y recuerdos señalándole su caída con un claro maullido. Enseguida deduje que Isaac me creía una rebelde porque me limitó la entrada a la estancia. Privada de su compañía –pues se pasaba horas haciendo cálculos en el despacho–, decidí interpelar a Motion, su fiel perro, para que me echase una pata con el asunto. El resultado fue espantoso[1] e Isaac también acabaría por vetarle la entrada al can.
Desesperada por ayudarle, recordé las palabras de mi madre –«los felinos tenemos que “caer bien”»– y resignificándolas, encontré una alternativa poco ortodoxa. Fue una mañana de primavera, justo cuando Isaac estaba saliendo al jardín en busca de una manzana, que me encaramé al tejado de la casa y, tras atraer su atención con mi maullar, me lancé al vacío como un pájaro. Gracias a mi reflejo de enderezamiento[2], caí de pie logrando mi objetivo de hacerle entender qué es eso a lo que él ha llamado “gravedad”.
Que usase una simple manzana como ejemplo de mi gran logro, fue lo que me indignó al principio. Ahora entiendo que, a pesar de ser un científico comprometido, la ha empleado como una metáfora de su religiosidad[3]. Además, sé que está agradecido por mi ayuda porque me acaba de instalar una pequeña puerta para que acceda a su despacho cuando me plazca[4]. Mi próximo objetivo es explicarle qué es la inercia: por eso me mantengo en reposo hasta que actúe sobre mi algún tipo de fuerza. Yo es que, “Hypotheses non fingo”.

[1] Una historia relata cómo Newton perdió sus escritos por causa de un incidente, en el que su perro golpeó una vela con la cola, prendiéndoles fuego.
[2] Cat–Righting Reflex (CRR), es una habilidad aprendida durante los primeros meses de vida que permite a los gatos –gracias a la ausencia de clavícula y la flexibilidad de la columna– de girar en el aire para caer de pie.
[3] La manzana evoca el pecado primigenio relatado en la Biblia, por el que Eva y Adán comieron del árbol del saber.
[4] La invención de la gatera, pequeña puerta para que gatos y perros puedan entrar y salir del hogar libremente, fue invención de Newton.