Manuela y las siete vidas de Pepe Mujica

Honestidad, sencillez, lealtad

Existen no-lugares donde el tiempo pierde su sentido hasta detenerse y el espacio se vuelve de una calidad intangible. En ocasiones los hallamos entre las palabras que conforman los párrafos de un buen libro o leyendo entre las líneas de los mismos. También en los silencios cómodos, en el siempre cambiante rumor del mar y en la mirada sincera de perros y gatos. Gracias a Tomás Moro (1478-1535) se les denomina “utopías”: no-lugares ideales e inalcanzables en la textura de la realidad, pero auténticos y necesarios en el espacio de nuestra imaginación. Son emplazamientos donde nos curamos del dolor y la sin razón que vemos alrededor, y al mismo tiempo trincheras desde las que combatimos para revertir el orden de las cosas. Tal vez por eso, cuando asoma un ser humano dispuesto a borrar esa negativa “u” y construir un mundo mejor, nuestra conciencia se dispara hacia la factibilidad de lo imposible. Pepe Mújica (1935-2025) fue uno de estos humanos.

Niño, joven militante, preso fugado, rehén torturado durante trece años, político, Presidente y jubilado, fueron las siete vidas del uruguayo. Siete vidas marcadas por el rechazo al odio, la reconciliación y la paz como únicos caminos viables, la fe en una política colectiva “del” y “para” el pueblo, y la férrea convicción de abrazar una vida sencilla basada en el reencuentro con la naturaleza y el respeto y amor hacia los demás seres vivos. Sobre todo hacia su Manuela.

Mestiza, vivaz, fiel, la pequeña perra acompañó a Mujica durante más de veinte años. Lo vio ser senador, ministro y dirigente. Estuvo junto a él cuando este recibía a los pomposos mandatarios internacionales en su despacho austero. Lo observaba desde la sombra de uno de los árboles, mientras el Presidente trabajaba el campo con su tractor. El mismo bajo el que perdería por error una de sus patas, al escapar de otros canes. Ni esto les separó. Honrado, coherente y leal, Mujica cuidó de Manuela. Cada día le preparaba la comida, conversaba con ella y le ayudaba en su recuperación con pequeños paseos por la chacra. Resilientes, humano y perra caminaron juntos hasta más allá del final. Desde 2018, el cuerpo de Manuela yace bajo el árbol desde el que observaba trabajar a su inseparable amigo. Ahora, por deseo explícito del ex-presidente, ambos descansarán juntos.

Honestidad, sencillez, lealtad, son los valores que conforman la utopía que Pepe Mujica convirtió en una realidad vital personal, y un deseo efectivo hacia el resto de la humanidad. Los mismos valores que los perros portan en su ADN sin necesidad de no-lugares en los que querer existir.