Expresionismo canino
Pasada la época del cambio de siglo, donde el arte de Edvard Munch se convirtió en faro del relato pictórico expresionista, las primeras décadas del s. XX, vendrán marcadas para el autor, a partes iguales, por el reconocimiento de la crítica y por el agravamiento de su estado de ansiedad. Será precisamente en esta época que va desde los albores de la Primera Guerra Mundial hasta los albores de la Segunda, en los que Munch aborde la temática canina de un modo más claro. Munch sitúa a los perros en atmósferas íntimas, en el interior del hogar, tendidos en la alfombra, quizás jugando. Incluso, en un autorretrato tardío, aparece él mismo en su gabinete dándoles de comer. Los perros de Munch comparten el lenguaje sordo de su pincelada y el aire ausente y enajenado de su concepción del mundo. Aunque aparezcan en pareja o en grupo, estos animales parecen autónomos, casi en soledad, al margen de sus compañeros, incomunicados. Toda la angustia reflejada por Munch en el ser humano se convierte en introversión en los perros, que parecen acompañar con su presencia en la difícil tarea de lograr asumir la compleja dificultad de la existencia.