Physis[1], la perra que abandonó a Platón

«No es en los hombres sino en las cosas donde hay que buscar la verdad»

Una vez, un ser cuyo rostro no recuerdo, pero cuya energía no he olvidado, me dijo que mi humano, aunque equivocado en muchas de sus tesis, estaba en posesión de una verdad: que las apariencias engañan. En efecto, mi Platón hablaba constantemente de una Caverna oscura en la que una simple luz lo cambiaba todo. Decía que lo que percibimos es solo un reflejo de una verdad que está más allá, como en otro mundo, donde se mostraban la realidad de las cosas, del cosmos y de lo que somos. En definitiva, que vivimos, según mi Platón, en un mundo incompleto, ficticio, en el que todo es puro engaño. Yo, como buena perra, lo creía a rajatabla. También cuando justificaba que, debido a lo divino del alma humana, el hombre podía disponer del resto de los animales para satisfacer sus necesidades. Quizá por eso entendí que, tras cada advertencia que me hacía, había una realidad que yo todavía no había aprendido. Que, tras tanto grito, vendría la comprensión. Que después del castigo físico que me infligía, la auténtica realidad se mostraría ante mí.

En parte, mi Platón tenía razón. Todos vivimos en una Caverna en la que buscamos respuestas. Hay luz para quienes proyectamos ser nosotros mismos, y también sombra para quienes no acaban por entender quiénes son. También sirve de refugio para quienes -sintiéndose impotentes, liberando frustraciones o haciendo alarde de un poder que no poseen- quieren defender situaciones que, en el fondo, son reflejos de una verdad irrefutable: que nos maltratáis. Mi Platón, tan amante del amor, no supo entender la Idea.

Esta mañana, un ser cuyo rostro he reconocido tras percibir su energía inolvidable, ha venido a la Academia. Mirando fijamente a los ojos a Platón, reprodujo una de sus célebres frases: “La libertad consiste en ser dueños de la propia vida”. Después, justo cuando el sol lucía en lo más alto del cosmos, me invitó a irme con él. Ahora, mientras descanso en el jardín del Liceo tras la generosa ración de comida con la que me ha obsequiado, he decidido que aquí me quedaré: junto a mi Aristóteles.


[1] Del griego, naturaleza, pero también sacar a la luz, brotar. Tanto Platón como Aristóteles identificaron la esencia de las cosas -lo que las cosas son- con este vocablo.