Canes terapéuticos contra la soledad
El arte de representar lo cotidiano de la vida y lo que en ella hay: esa es la esencia de la pintura de Briton Rivière (1840–1920), pintor londinense descendiente de hugonotes conocido por sus pinturas de perros del que ya te hemos hablado en La cuarta pata de la cultura. Y lo que en la vida hay son millones de células que conforman seres sintientes, cuyas emociones oscilan en una realidad sensitiva que escapa a cualquier escala medible. Emociones que permiten guiarnos por esa misma vida, que condicionan nuestras decisiones, que marcan nuestra existencia. Emociones que, en ocasiones, creemos que dependen de lo que nos sucede, de cómo los demás nos miran, quieren o juzgan. Buscamos fuera las respuestas que guardamos dentro. Encontramos entonces la soledad, la incomprensión, el abatimiento, la impotencia y, finalmente, el exilio del mundo. Cuando brotan la tristeza, el miedo, la ansiedad o la vergüenza vinculadas a ese estado de cosas, algunos –los más afortunados– podemos levantar la cabeza y encontrar, frente a nosotros, el apoyo de nuestros perros.





En Companions in misfortune un hombre y un terrier comparten la vulnerabilidad del desamparo, convirtiéndose en compañeros en la adversidad. En His only friend un niño –humilde, desharrapado y lejos de su casa– tiene como única compañía la de su pequeño can. En Sympathy un perro blanco consuela a una melancólica niña burguesa ofreciéndole su apoyo. An exile of the 45 representa el fracaso del levantamiento jacobita de 1745 en Escocia y el consecuente destierro de uno de los amotinados. Junto a él, dos hermosos galgos contemplan la metáfora del irremediable abismo. Entre las luces y sombras de Fidelity aparece un cazador furtivo y su can encarcelados y a la espera de juicio. La expresión de este remarca el acompañamiento de aquel, mostrándole una devoción inquebrantable. Los perros como muleta de nuestros males, como apoyatura del engranaje de nuestra existencia, como consuelo a esa soledad, incomprensión y abatimiento que no aprendemos a gestionar. Los perros como conjunto de células sintientes que dan sin esperar nada a cambio. Ni siquiera que los abandonen.
En Lost or strayed Riviére representa a un perro perdido o abandonado, sujeto a los peligros de una urbe cuyos habitantes continúan sus vidas ajenos al desamparo del can. En un giro crítico sobre los valores humanos, aparece la soledad del que siempre acompaña, la crítica a una sociedad que mira únicamente para sí. Ciento veinte años después de la concepción de este cuadro, aún permitimos que existan este tipo de soledades: las no deseadas, las sufridas por unos animales, los perros, que son ejemplo de fidelidad extrema.

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