El sádico paseador de perros de Shepard Fairey

Un servidor público subversivo

Creatividad, técnica y emoción. Tres características fundamentales que definen a un artista y tres vértices sobre los que se asienta la obra de Shepard Fairey (1970). El diseñador gráfico escondido tras la máscara de OBEY se ha convertido en un artista urbano de referencia que, inspirado en el cómic americano, el pop art y la tradición cartelista del comunismo soviético, golpea la realidad política, social y cultural del capitalismo. En sus obras, activismo e ironía se fusionan para crear “situaciones fenomenológicas” que nos guían al redescubrimiento del entorno y de las relaciones que establecemos en él. Intervenciones que incitan a la reflexión desde la curiosidad, grafitis que remueven los cimientos de nuestros pensamientos, y carteles que apelan a la moralidad provocando rabia, frustración e impotencia; emociones clave que promueven la protesta y, en última instancia, el cambio.

En El sádico paseador de perros, Fairey aborda el controvertido tema de la instrumentalización violenta de los perros policiales, empleados para atacar a los manifestantes por los derechos civiles en Estados Unidos. Este concepto contrasta con la idea del paseador contratado por el poderoso “hombre blanco”, que mima superlativamente a su colega peludo aunque es incapaz de salir con él, retratando así las “dos Américas”. «Mi paseador de perros es un idiota» es el eslogan que une imagen e intención, dotando de profundidad al concepto. Es la provocación ironizada, la subversión en el servidor público, o como señala el también artista Francisco Reyes Jr. (Never Made), “el azúcar que hace que la píldora amarga sea más fácil de tragar para el espectador”. En definitiva: ¡Un bocado brutal!

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