De animales y humanos
Resulta francamente desconcertante el modo en que nuestros queridos gatos y perros se colaron en el último debate entre candidatos a la presidencia de los Estados Unidos. En lugar de que a alguien se le hubiera ocurrido alguna medida innovadora para el bienestar de nuestros peludos compañeros, que, viniendo de USA, redundaría en un bien universal y seguramente trendy, lo que tuvimos fue una desgraciada intervención atacando a la migración, bajo la delirante excusa de que las pobres gentes en busca de oportunidades son hordas salvajes que ponen en peligro a nuestros animales de compañía, comiéndoselos…
Sembrar el odio al inmigrante, apelando a una supuesta contumacia devoradora de gatos y perros, no es sólo ya un ejemplo palmario de fake news, que de puro absurda resulta ridícula, sino que, además, resulta doblemente falsa porque es un hecho que quien no respeta a los seres humanos y ampara su maltrato está, de partida, incapacitado para querer o defender a los animales y, a lo sumo, se valdrá de ellos como pretexto para sus propios intereses. Al candidato republicano, le dan igual los gatos, los perros, los koalas o los ornitorrincos… tan sólo ha querido llevar a su sardina el ascua de un bulo siniestro que llevaba tiempo circulando por las redes sociales entre personas de dudoso juicio.
Del mismo modo que Tolstoi, Hofmannsthal o Haneke muestran en sus obras cómo la violencia contra los animales es la antesala de la violencia contra las personas, las “boutades” de Trump tan sólo demuestran que la violencia (también la verbal) contra las personas sólo preludia la que se ejerce contra los animales. Así nos va.