Una teoría revolucionaria
Hace unos meses, en el monólogo con el que inicia su programa televisivo, Marc Giró (1974) afirmó que los perros son personas. Nosotros tenemos nuestra propia teoría.
Si te ha tocado convivir en una residencia o en piso de estudiantes, o si cuando eras pequeña fuiste a un campamento o de acampada con la escuela; habrás podido comprobar que las personas no somos perros. Las personas tenemos hambre como los cánidos pero solemos comer sin control y más allá de nuestras necesidades. Tenemos sueño como ellos, pero nos lo saltamos en favor del trabajo o la diversión, desatendiendo nuestro propio ritmo circadiano. A pesar de estar alegres o tristes, enfadados o preocupados como lo están los perros, los humanos hacemos depender nuestras emociones de lo que ocurre fuera de nosotros mismos. Ellos, simplemente, las sienten. Además, sin palabras, logran comunicarse con todos los animales incluido el humano, mientras nosotros no sabemos usar ni el 5% de las palabras que tenemos en el diccionario y, cuando lo hacemos, tampoco nos aseguramos que nuestro interlocutor nos haya comprendido. Va a ser que las personas, no somos perros.
Hay gente a la que no le gustan las personas y no suelen ser, precisamente, aquellos que tienen a su cargo perros. Al contrario, suelen ser aquellos humanos que tratan tan mal a sus hijos como al resto de los animales. Suelen ser estos padres que, cuando su hijo se hace caca, hacen caso omiso, como lo harían si tuviesen un perro. Las calles están así por estas personas.
Hay gente que rebate esta teoría de que los humanos no somos perros argumentando que hay muchas personas descerebradas que actúan sin ningún tipo de criterio, razón o sensibilidad hacia los demás. Pero los perros no actúan así: son autoconscientes, sensibles y poseen amplias capacidades de aprendizaje. Además, tienen más desarrollados sentidos como el oído o el olfato, con los que captan mejor la realidad, enriqueciendo su mundo interno. Las personas, no somos perros.
Estos mismos humanos que dicen que somos como los perros afirman que las personas, al igual que los canes, no queremos trabajar. Sin embargo, los perros trabajan incansablemente. Además de policías, bomberos y guías, los hay que detectan la diabetes y la epilepsia, ayudan en procesos depresivos, acompañan a personas con autismo y facilitan la vida a quienes tienen una movilidad reducida. Los hay que cuidan hogares y pertenencias, a nuestras familias, y pastorean nuestras reses. Pero además, un perro, al contrario que una persona, siempre da compañía.
En Cat&Dog Tank creemos que unir nuestra teoría con la de Marc Giró puede ser revolucionario. Si los perros son personas pero las personas no somos perros, tal vez habría que replantearse qué papel tenemos unos y otros en este planeta. La revolución podría empezar por el respeto, la empatía y la convivencia responsable.


