Lo que piensa Voltaire sobre Chain, la perra de su vecino

«Es difícil liberar a los tontos de las cadenas que veneran»

«Todo individuo posee de manera innata un sentido de la justicia que, además, es universal. De ello se deriva, automáticamente, que concierne a todos establecer un pacto social que favorezca una convivencia fructífera. Huelga decir que dicho pacto -una ley escrita que nos iguale en derechos- habría de incluir a todas las criaturas que posean inteligencia, sentimientos y sensibilidad; es decir, a todos los animales. ¿O acaso alguien es capaz de negar que los instintos que nos mueven a actuar son diferentes a los de un gato o una cabra? ¿Acaso no existe semejanza tan incontestable como la de nuestra sangre, de nuestras necesidades y de las funciones de nuestro cuerpo?[1] Es innegable: todos estamos dotados de vida y, por ello, debemos desplegar nuestra tolerancia hacia los demás seres.

Ahora bien, seamos cabales. Considerar a los animales como máquinas, diseccionarlos vivos en favor del progreso o basar nuestra propia dieta en el consumo de su carne, escapa a los límites de lo realmente tolerable. Como lo es el comportamiento de mi tocayo y vecino François para con su can. Atada permanentemente a una cadena que no le permite ir más allá del perímetro de su propiedad, la perra es usada como vigía. En el talante de François no hay compasión, respeto o consideración moral alguna; ni tan siquiera cuando esta lo busca con angustia o demuestra su alegría al reencontrarlo cada día.

Insisto, hemos de ser cabales. Practicar la tolerancia en favor de un pacto social que satisfaga nuestro desarrollo individual debe ser un objetivo. Ahora bien, dado que la idiotez es una enfermedad extraordinaria que no sufre el enfermo, sino los demás; no podemos permitir que un tonto gobierne una cadena.


[1] Adaptado del Diccionario filosófico de Voltaire. Capítulo X: El instinto.