Sumar maullidos y ladridos a las voces
Seamos sinceros: a los humanos nos gusta celebrar. Ante un logro personal, una efeméride, los primeros pasos de nuestros hijos o saber que -por fin- hemos conseguido que nuestros peludos no se coman la basura, se desata una pulsión de alegría irrefrenable que nos lleva a festejar. Esa liberación de dopamina implícita a la celebración sirve como mecanismo de reducción de estrés, refuerza la autoestima y mejora el bienestar emocional. Si, además, aquello que se conmemora es objeto de una fiesta colectiva o tradicional, la celebración favorece la socialización, genera un sentido de pertenencia y hace que desarrollemos nuestra -desgraciadamente- limitada capacidad de entender a los demás. Esto es lo que afirman los estudios de Psicología y así lo defendía el socialista utópico Charles Fourier (1772-1837) quien consideraba la celebración como una forma de crear comunidad y empatía.
Se acerca San Juan, el solsticio de verano, la fiesta pagana por excelencia. Muchas playas se llenarán de hogueras en las que quemaremos ofrendas, el aire se impregnará de olores de barbacoa y sardinas, nos purificaremos con agua, teñiremos los cielos con fuegos artificiales y, en muchos lugares, haremos sonar petardos. Porque ese es el conjunto de costumbres, prácticas, creencias y elementos culturales que nos ha sido transmitido transgeneracionalmente; es decir, nuestra tradición. Esa que, en la mayoría de las ocasiones, asumimos con naturalidad, sin reflexionar, como si de un imperativo categórico kantiano o una norma social establecida se tratase. Pero las tradiciones “no son sagradas”. Son solo espejos de quiénes somos y, por tanto, constructos maleables y revisables dispuestos a ofrecer otras imágenes, si nosotros actuamos de manera diferente.
Reflexión crítica, racionalidad comunicativa e integración de todas las voces, es la fórmula que propone el sociólogo Jürgen Habermas (1929), para fundir tradición y modernidad en un marco que refleje la pluralidad de la sociedad actual. Desde Cat&Dog Tank creemos que habría que sumar maullidos y ladridos a esta fórmula, para redefinir algunos de los aspectos tradicionales de este San Juan. Creemos comunidad atendiendo a las sensibilidades y necesidades de los gatos y perros. Seamos empáticos y tratemos de eliminar los petardos y todo tipo de fuegos artificiales sonoros. Construyamos una nueva tradición abierta, plural y consciente de los cambios del presente. Y también celebremos.
¡Feliz y respetuosa noche de San Juan!
