Un perro entre los tiburones de las finanzas. Margin Call

¿Qué hace un perro enfermo en un thriller financiero?

Margin Call es una película sobre el mundo de la empresa, que describe arduamente el contexto inhumano que estuvo en el origen de la crisis financiera de 2008. Una sucesión de cargos sin escrúpulos se mueve en un pequeño espacio con el sólo propósito de seguir engrosando su ganancia, aunque sea a costa de hundir al resto de empresas y, aún más sangrante, a sus propios clientes.

Curiosamente, en medio de toda la marea especulativa, llena de agresividad, estrés y manipulación, el único signo de humanidad que se dibuja en la personalidad de uno de sus numerosos personajes es el amor atormentado del jefe junior Sam Rogers (Kevin Spacey) por su perro. Rogers se pasará toda la película preocupado tan sólo por una cosa: la enfermedad de su perro, con el que se había quedado tras su divorcio y que parecía albergar en sí, el último hálito de amor y ternura de su dueño. En una enigmática escena final – más aún para un thriller sobre finanzas –, aparece Rogers, de noche, en el jardín delantero de la casa de su exmujer, enterrando a su perro que, desgraciadamente, acababa de morir del cáncer que padecía. Con el perro, parecían desaparecer todas las cosas que le vinculaban a su dueño con el mundo de los verdaderos sentimientos. Él pensaba que, ya que el animal había pasado la mayor parte de su vida en esa casa, lo lógico era enterrarlo allí. De pronto, aparecerá su exmujer para hablarle del hijo de ambos, cuya firma financiera había sufrido un fuerte varapalo ese día, pero había resistido. La vida vacía de sentido y de sensibilidad seguía así su desgraciado curso ya sin refugio alguno.