William Turner describe la desolación canina
Ni siquiera la luna consuela. Con las olas mojándole las patitas, un pobre perro aúlla y ladra desolado. El mar enfrente, como un abismo, ruge con un oleaje estremecedor y grita que no devolverá ninguna vida.
En medio de la playa, el perro llora y el nuevo día nace sin ninguna esperanza. Cuando, presa de la angustia, abandone la arena y el mundo, para morir de pena, en el cuadro quedarán sólo esas franjas húmedas de color, tan características de William Turner; un paisaje de ecos de angustias y sufrimientos, que irán siendo apagados por las primeras brumas diurnas.
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